Un viaje increíble sobrevolando la llanura de Bagan. Cientos de pagodas y templos asoman firmes sobre la naturaleza. Motos, carros y animales serpentean por los numerosos caminos entre pagodas...

Todo comienza con un asombroso baile de telas, cables y trabajadores locales en plena armonía. Aún sin luz, ellos saben qué tienen que hacer, todo está muy bien sincronizado. Los primeros pájaros madrugadores atraviesan los cielos mientras se dejan ver los primeros rayos de luz. Los globos comienzan a intuirse, de momento kilos de tela sutilmente plegados.

Si es tu primera vez, todo te sorprenderá. ¿Aguantará la cesta? ¿Cabemos todos? ¿Y vuela solo con aire? Y tantas bombonas… ¿Y si se gasta? ¿Y cómo baja? ¿Y cómo gira? Algunos pasajeros impacientes lanzan sus preguntas a los guías. Con una ligera sonrisa, estos contestan educados algunas de las dudas. Entre café y charlas, arrancan los ventiladores. El aire constante va entrando en los enormes globos. Cuando ya hay espacio suficiente, entran los pilotos, revisan, comprueban, saborean los preparativos, se nota en sus caras que disfrutan. Y esto se transmite.

Si nunca has viajado en globo, es aquí donde comienza tu vuelo. Nervioso e impaciente, admiras este baile de gigantescas marionetas. Orgullosas tragan bocanas de aire incesante con el que crecen sin parar desde el suelo. Cada vez más grandes, cada vez más consistentes, impasibles. Ya casi no hay espacio, chocan unos con otros, los locales arrastran las telas, estiran de las cuerdas y van dando forma a esas enormes lonas.

Y comienza el espectáculo. Las marionetas convertidas en dragones, comienzan a tragar largas columnas de fuego. Hipnotizado por las llamas, los globos se empiezan a elevar, chocando entre ellos y marcando su espacio en el aire.

Un hermoso vaivén acompasado. Ahora los globos son firmemente sujetados desde tierra. Ya no queda nada, los pilotos van soltando gas lentamente, expectantes. Tras unos pequeños consejos de última hora, todos comienzan a buscar su hueco en la cesta. El globo está preparado, inquieto. Con sus cuerdas tensas comienza a elevarse del suelo, tenso y cálido.

La sensación de volar comienza desde tierra. Ya con solo un centímetro, flotas, sin brusquedad, sin velocidad. Buscando la brisa, la corriente, todo es tranquilidad y calma. Solo rota por los momentáneos suspiros del gas quemado que trata de alimentar al gigante.

Ascendiendo entre globos se va dejando ver el sol. Las nubes le aportan un aura que dignifica su color dorado. Aún sin mucha altura la percepción del espacio ya ha cambiado. Los árboles saludan desde abajo, algunas pequeñas estupas se alzan entre ellos marcando su característico alzado. Los grandes templos, en cambio, mantienen su perfil dorado al frente del horizonte. Constante, el globo continúa su incesante ascenso. Se acerca Old Bagan, donde se unen varios de los mas impresionantes templos Birmanos.

Son ya cientos de estupas que comienzan a buscar su hueco entre la naturaleza. La altura ya es suficiente como para poder observar una llanura inmensa y sin fin. Pagodas agrupadas y unidas por miles de senderos fielmente marcados, complejas estructuras elevadas hacia el cielo. Rojos, dorados, marrones, colores impresionantes que van cambiando con la altura del sol.

Al fondo, el río. Desde tierra, la gente admira la cadena de globos bailoteando entre arboles y pagodas. Desde el aire, los pilotos controlan posiciones, registran otros globos, vigilan sus vehículos que les siguen desde tierra.

El sol ya pinta todo de color rojizo. Ya está puro, imponente. Algunos de los templos adquieren impresionantes colores al ser rociados por los rayos. Mientras acariciamos suavemente un templo, nos damos cuenta de nuestra insignificante presencia. Enormes construcciones recuerdan que somos poco, que solo somos parte. La cercanía a algunos de estos templos nos confirman lo impensable. El descenso.

Notando cómo el globo se enfría, cómo el piloto deja de alimentar al gigante, nos transmite una ínfima tristeza. Fácilmente reemplazable por la sensación del propio viaje. Por ahora seguimos flotando, seguimos observando todo desde una nueva perspectiva. Casas, carreteras, palmeras, animales. Poco a poco, se distinguen los diferentes campos, trabajadores en sus huertos, niños saludando y corriendo tras los globos. Se acerca tierra. Cada piloto tienen una última misión. Que el aterrizaje sea lo más suave posible y en el lugar acordado. Tras unas deslumbrantes maniobras entre cuerdas y quemadores el piloto toca tierra, suave, firme.

Ya en tierra hay que dejar paso de nuevo al baile. Los trabajadores locales comienzan sus armónicas labores para recoger el globo, ya sin cuerpo, muerto. Ha sido un viaje increíble.

theroutefilms

Viajamos alrededor del mundo descubriendo lugares y momentos junto a grandes personas con muchas historias que contar. Capturamos nuestra visión más personal y la reducimos a pequeñas historias audiovisuales. Este proyecto trata de acercar al visitante algunos de esos fragmentos y fotografías realizadas por el camino y que no podíamos dejar en el olvido.

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